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¿Prohibir ChatGPT o exprimirlo? Las escuelas no se deciden

  • 30-1-2023 | Mar Ferragut Rámiz
  • Mientras en Nueva York se ha prohibido el uso de este «chatbot» en las escuelas, algunos profesores empiezan a aplicar con éxito el uso de la IA en clase
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En menos de dos meses el sistema de inteligencia artificial ChatGPT (un programa que es capaz de responder y crear textos de cualquier tipo y por lo general sin apenas erratas en escasos segundos) ha conseguido asombrar al mundo y llegar a colapsarse por la cantidad de gente que se ha animado a probar esta nueva herramienta con curiosidad, entusiasmo, escepticismo o recelo. Entre el profesorado ya empieza a haber «apocalípticos e integrados», según la clasificación de Umberto Eco: por un lado, los que ven con miedo el uso que los alumnos podrán hacer de esta IA (por ejemplo, haciendo pasar por suyos trabajos confeccionados por ChatGPT) y están en fase de negación, por un lado; y por otro los que asumen que esta aplicación ha llegado para quedarse y más vale adaptarse ya y aprender para sacarle el máximo rendimiento como herramienta educativa.

En Nueva York, las autoridades educativas se han puesto rápidamente en el bando del recelo y han prohibido el uso de ChatGPT a los alumnos de las escuelas e institutos. ¿Tiene sentido? Héctor Guinardó, jefe de proyectos de la Fundació Bofill, cree que no. Para él, formado en investigación educativa en la Havard Graduate School of Education y al MIT Media Lab, la idea es tan rídicula como plantearse prohibir el uso de Google en los centros educativos.

Antes de la eclosión de ChatGPT el pasado diciembre, la Fundació Bofill ya inició un camino para investigar sobre cómo usar las IA en la educación. Tiene en marcha, junto al CSIC, el proyecto Evaluación 4.0, en el que han participado varios centros educativos de España probando la IA como herramienta de evaluación. Ahora están en la fase de análisis de los datos. De momento, el pasado diciembre publicaron una primera guía titulada Los algoritmos a examen, ¿por qué la IA en la educación? En este documento, se incluye desde un glosario de conceptos clave hasta un análisis de las oportunidades y los riesgos, unas primeras conclusiones sobre el uso de la IA como herramienta de evaluación y algunas experiencias de profesores que ya están usando esta tecnología en sus centros.

Como el ejemplo de Carlos Duo, profesor en un colegio de Ceuta, que utilizó la IA para que sus estudiantes conocieran a través de un aprendizaje significativo y competencial los monumentos y la historia de su ciudad. El reto era crear un recurso para que al enfocar determinados monumentos o edificios con la cámara de una tableta, apareciera su historia en la pantalla. Lo hicieron usando Scrath, un lenguaje de programación sencillo que permite a niños y jóvenes crear historias digitales, y «entrenando» a una plataforma de machine learning para que fuera capaz de dar las respuestas adecuadas.

Guiar y acompañar

Alicia Morales Hermoso, profesora de música y maestra en un colegio de Mataró, en Cataluña, también uso estas dos tecnologías para su reto de crear un buscador que destacara lo atractivos de cada pueblo o ciudad de la comarca. Su objetivo era ampliar la alfabetización digital de los estudiantes y otorgarles una mirada crítica ante la IA: «Si damos la espalda a la necesidad de que nuestro alumno aprenda sobre IA, tendremos niños que consumirán, pero no reflexionarán», alerta.

Gardó destaca precisamente la importancia del rol del docente en este sentido ante la irrupción de la IA en las escuelas: guiar y acompañar a los estudiantes para que sepan usarlas con espíritu crítico. Para eso, razona, los primeros que tienen que formarse y armar esa mirada crítica son los profesores. Y no hablamos de formar a los docentes para el uso de una herramienta tecnológica en concreto (que puede quedar desfasada en cuestión de meses), que es como se plantea usualmente la formación docente en este campo, sino en conseguir que desarrollen una «resiliencia digital», un cierto «olfato», que les permita experimentar y saber adaptarse a los recursos e innovaciones según vayan surgiendo.

De momento el uso de estas herramientas aún es muy minoritario, aunque con ChatGPT, debido a su facilidad de uso, empiezan a aparecer más casos de profesores que se animan a usarlo

De momento, el uso de estas herramientas aún es muy minoritario entre los profesores españoles, aunque con ChatGPT, debido a su facilidad de uso, empiezan a aparecer más casos de profesores que se animan a usarlo como un recurso más para fomentar el aprendizaje. Tras muchos años en institutos, José Luis Castillo da ahora clases en un centro de adultos de Almería y está muy satisfecho con su experiencia con este chatbot, que ve aplicable también en Secundaria. Una de las principales ventajas para él es la motivación, curiosidad e interés que despierta en los estudiantes; la emoción, en definitiva, que es clave para el aprendizaje, recuerda.

«En general al alumnado le ha entusiasmado», señala, «las personas seguimos siendo mejores contadores de historias que las IA por el momento y algún alumnado prefiere a una persona hablando que a una IA resumiendo, pero la inmensa mayoría del alumnado ve que la IA le resuelve un problema de tiempo y esfuerzo y que va más directo al aprendizaje», resume. «La acogida ha sido tremendamente favorable en términos de emociones y rendimiento», valora. Además, añade «se ahorra una cantidad de tiempo ingente si se usan metodologías en las que el alumnado es autónomo y produce su propio contenido a partir de fuentes».

Castillo, que está intentando generar intercambio de opiniones sobre este tema en Twitter con la etiqueta #ChatGPTEdu, explica que su proceso ha empezado por él mismo experimentando con la IA, descubriendo su potencial y concluyendo que si a él le interesa, le va a interesar a mucha gente más, incluyendo a su alumnado. Ofrecérselo a los estudiantes «tiene su complejidad» y es que hay que saber «encontrar el sitio para ChatGPT en el aula», pero en su caso, explica, ha encajado muy bien con su metodología porque se basa en «hacerse una pregunta sobre la materia en cuestión que se está aprendiendo, suponer una respuesta, indagar si la realidad de la materia coincide con lo supuesto, encontrar un uso para lo aprendido y desarrollar facetas de la personalidad en el proceso».

La estructura de la clase sigue los pasos del método científico: primero se plantean una o varias preguntas (grupales o individuales); después se hacen suposiciones respecto a la respuesta; y por último se indaga para comprobar. «Habitualmente la indagación es el punto más complicado porque Google ofrece fuentes de información que el alumnado ha de explorar y sintetizar, es cuesta y consume tiempo. Por eso, con ese enfoque indagador, ChatGPT se ubica ahí, entre la pregunta y profundizar en Google», concluye: «Usarlo supone aprender a preguntar, encontrar una sistematización en la indagación, con ChatGPT solo puedes dialogar haciéndoles preguntas, con lo que se modifica profundamente el rol del alumnado, que suele dar respuestas».

¿Cómo evalúa el proceso realizado con ChatGPT? Él lo centra en dos aspectos: reflexión sobre las preguntas y repreguntas, con especial incidencia en el vocabulario no comprendido y específico; y verificación de que la respuesta de la IA es válida. El papel del docente al principio es ofrecer un guion de partida y ayudar con la primera pregunta si es necesario; durante la sesión asegurar la concentración y reflexionar cada cierto tiempo con preguntas y respuestas, individual o colectivamente; y al final verificar que el tiempo ha sido de provecho, pidiendo al alumnado palabras claves que reflejen su aprendizaje. Para aplicarlo en ESO, este profesor cree que sería mejor trabajar en parejas e insistir en que los móviles el alumnado, que están usando para entrar en ChatGPT, están en modo «no molestar». Por último, ve importante notificar a las familias de su uso.

Así, como las IA conversacionales como ChatGPT requieren interactuar con ellas a través de preguntas, han cuadrado muy bien con su manera de entender la educación y el aprendizaje. «Ahorran mucho esfuerzo buscando y sintetizando información», indica, «los alumnos actúan con las IA como un libro de texto personalizado que se escribe conforme investigan, indagan, y al que se le pueden preguntar cosas».

La importancia de saber preguntar también es clave para el uso que la profesora de Historia del Arte en la Universidad Complutense, Ana Valtierra, quiere hacer de la IA en clase. Según contaba recientemente en una entrevista en La Ser, la docente ha utilizado otra IA similar a ChatGPT, desarrollada por la misma empresa, que se llama CharacterIA y «permite» mantener conversaciones con personajes históricos. Así, Valtierra ha entrevistado a personajes como Picasso o Cleopatra y ha visto el potencial pedagógico de esta IA, que quiere usar en clase para que sus estudiantes aprendan a hacer buenas preguntas y sacar jugo de las respuestas.

Competencia

Héctor Gardó advierte de que los profesores tendrán que adaptarse «sí o sí» y replantarse aspectos como el sistema de evaluación, especialmente en las enseñanzas postobligatorias

En ese sentido, Castillo entiende que el profesorado que centra su actuación docente en impartir contenidos «va a ser arrasado» ya que los profesores «no pueden competir con una IA capaz de sintetizar mejor que nosotros y más eficiente, puesto que resume lo esencial en cuatro párrafos». Para él, es mucho mejor «aprovechar eso y desarrollar otras facetas docentes». Como el rol docente queda «sometido a tensión», cree que su nuevo papel será «apoyar y acompañar el desarrollo personal y en desatar potenciales de crecimiento». Las personas inteligentes y creativas, aventura, dejarán paso «en la cúspide de tribu» a las personas empáticas y éticas, «capaces de promover los mejores usos del conocimiento».

La completa guía elaborada por la Fundació Bofill señala que la IA podría asumir o aliviar determinadas tareas docentes, al facilitar la preparación de unidades didácticas, cronologías, referencias bibliográficas... En definitiva, permitirá reducir tareas más mecánicas, la burocracia y el tiempo dedicado a la corrección. Eso sí, Héctor Gardó advierte de que los profesores tendrán que adaptarse «sí o sí» y replantarse aspectos como el sistema de evaluación, especialmente en las enseñanzas postobligatorias, donde el modelo de enseñanza «aún se basa en buena parte en la reproducción de contenidos». La Inteligencia Artificial según la Fundació Bofill puede diversificar las formas de evaluar para facilitar una evaluación inclusiva y personalizada y puede reducir además el efecto «preparación para las pruebas» en los procesos de aprendizaje.

El documento, que se puede descargar en su web, señala aspectos importantes que deben tener en cuenta los docentes para aplicar la IA, como que debe respetar la dignidad de las personas individuales; conectar con los otros de manera real, honesta, abierta e inclusiva; estar pendiente del bienestar de todo el mundo y proteger las prioridades de los valores sociales, la justicia y el interés público. Garantizar el derecho a la intimidad de los niños es un aspecto importante, recuerdan desde la Fundació Bofill, y es necesario ser riguroso en el almacenaje y uso de los datos. Además de los propios estudiantes, las familias han de dar su consentimiento si se va a utilizar o recopilar datos de los alumnos.

Gracias a ChatGPT, la sociedad empieza a sentir más cerca que nunca la Inteligencia Artificial y algunos profesores ya ven claro que de nada sirve negarse a aceptar la realidad y que las IA «están aquí para quedarse» y que la prohibición no tiene, así que más vale no perder ni un minuto más y empezar a adaptarse. Como dice José Luis Castillo a sus colegas: «Si no habéis probado Chat GPT en el aula, deberías, creo, como mínimo probar, y ver las caras de los alumnos cuando se dan cuenta del mundo que se les abre. Que hay que atender también a los riesgos, claro que sí, pero se abre un mundo».

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