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Homenaje a una generación de profesores
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Homenaje a una generación de profesores

  • 17-1-2023 | Juan Antonio Gómez Trinidad
  • «Una cohorte de magníficos profesionales ha dicho adiós. La renovación y estabilización de las plantillas es urgente e inminente. Nada se ha avanzado en la formación, selección y evaluación. No hay un debate serio al respecto»
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Acabo de asistir al homenaje que reciben todos los docentes jubilados en La Rioja. Un magnífico detalle de la administración que desde hace más dos décadas se viene realizando y que se recupera ahora tras el paréntesis obligado por la pandemia. Varios cientos de hombres y mujeres que ha dedicado su vida a la educación reciben así, simbólicamente, el agradecimiento a una tarea impagable. Todas las profesiones son importantes, pero algunas son imprescindibles como es el caso de la enseñanza. Dada la especial condición que tenemos los humanos, cuya herencia genética no nos basta para vivir como tales, necesitamos esa otra herencia cultural que nos viene, entre otros, de los maestros y profesores. Una tarea siempre dura, pero a la vez gratificante especialmente cuando se produce el encuentro con los antiguos alumnos y se puede constatar el valor de la siembra que un día, más o menos lejano, se realizó en las aulas.

Al observarlos pensaba en el bagaje cultural y pedagógico que han generado y me preguntaba si, de alguna forma, permanece en el sistema educativo, más allá del bien que han generado en sus alumnos. Me temo que la respuesta es negativa. En otras profesiones, pongamos por caso la medicina, la experiencia, el saber generado se transmite en los equipos de trabajo, la administración sanitaria tiene en cuenta el saber acumulado y respeta la autonomía profesional. En educación, en cambio, el buen hacer, la metodología acertada, los materiales y contenidos elaborados apenas servirán a otros. Es un derroche de talento el que se está realizando. ¿Acaso no tenían nada que transmitir? Naturalmente que sí, pero la Administración educativa sencillamente lo ignora. Lo fía todo a unos supuestos gurús pedagógicos que deciden el qué, el cómo y el cuándo de la tarea docente, sin hacer autocrítica de esos cambios impuestos y achacando, en todo caso, el fracaso a los profesores que no han sabido aplicar esas teorías o motivar al alumnado. Han decidido que la tarea realizada a lo largo de cuarenta años no sirve de nada. Hay que experimentar de nuevo.

Y estoy hablando de una generación que comenzó su profesión con la actualización pedagógica más intensa que se ha realizado en España en tiempos modernos. La LOGSE, que sigue siendo el código fuente de todas las leyes educativas tanto en la arquitectura del sistema como en la psicología y pedagogía de base, llegó precedida de una reforma experimental, de un esfuerzo enorme en la tarea de formación del profesorado. Baste recordar la creación de los Centros de Profesores, figuras tales como los Formadores de formadores, Responsables de áreas, metodologías activas, «Cajas Rojas» y un largo etcétera que recordarán los que ahora se jubilan.

«Esta generación que ahora se marcha asumió el reto profesional con ilusión y entrega. Asumió el cambio profundo que supuso la llegada de inmigrantes sin apenas recursos ni experiencia; tuvo que sumergirse en el mundo digital»

Esta generación que ahora se marcha asumió el reto profesional con ilusión y entrega. Asumió el cambio profundo que supuso la llegada de inmigrantes sin apenas recursos ni experiencia; tuvo que sumergirse en el mundo digital sin parangón en la historia y, sobre todo, las periódicas reformas, algunas sin mucho calado, pero sí con mucho trabajo, derivadas de una legislación educativa cambiante no solo a nivel estatal, sino también a nivel autonómico. Todo ello incrementó el control y la sospecha por parte de las administraciones hacia este colectivo.

Vistos desde fuera, con una edad en torno a los sesenta y cinco años muestran un aspecto envidiable y una forma física y mental que les permitiría seguir en la brecha. Es un derroche de talento y me refiero tanto a su ausencia física, — podrían seguir en otras tareas o a tiempo parcial —, como a ese legado que contiene su experiencia docente y que nadie recogerá su testigo.

¿No sería posible aprovechar su talento y experiencia como asesores docentes, como tutores de profesores o profesores asociados de universidad? ¿Acaso no cabría elaborar un banco de buenas prácticas que sirvan como recurso para las nuevas promociones de profesores? Estamos perdiendo un capital humano, un talento del que no andamos sobrados.

«Al preguntarles si seguirían en activo la respuesta es taxativa: de ninguna forma, especialmente después de la pandemia. ¿Es acaso las secuelas físicas que ha dejado? No, me dicen. ¿Es acaso el cansancio mental que supone la actualización científica? De ningún modo. Es, me dicen, la dureza de enseñar hoy»

Están orgullosos y satisfechos de la tarea realizada, pero al preguntarles si seguirían en activo la respuesta es taxativa: de ninguna forma, especialmente después de la pandemia. ¿Es acaso las secuelas físicas que ha dejado? No, me dicen. ¿Es acaso el cansancio mental que supone la actualización científica? De ningún modo. Es, me dicen, la dureza de enseñar hoy. Por un lado, el tiempo que tienen que dedicar a la burocracia, la actualización pedagógica con una terminología y una metodología agobiante que, pasará, me dicen, pero hoy por hoy es insoportable. Y, por último, el clima escolar, más duro de aguantar que el frío pasado durante el invierno con las ventanas abiertas por motivos sanitarios. «Se nos ha desprovisto de los pilares fundamentales de la educación: la autoridad del profesor, el esfuerzo del alumno y el respeto mutuo. Sin ello, el profesor queda reducido a un animador social. Así es imposible. Sin estos pilares básicos, toda educación está condenada al fracaso. Los demás medios e instrumentos, tanto materiales como conceptuales, solo tienen sentido si están claros los primeros».

Una cohorte de magníficos profesionales ha dicho adiós. La renovación y estabilización de las plantillas es urgente e inminente. Nada se ha avanzado en la formación, selección y evaluación. No hay un debate serio al respecto. Se piensa más en las próximas elecciones —políticas o sindicales — que en las nuevas cohortes que han de preparar a las nuevas generaciones. Se olvida que, en última instancia, es el maestro quien hace bueno al método y no el método al maestro.

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