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«Me negaba a creer que mi hija estuviera con depresión»

  • 13-1-2023 | Noel Corregidor Gonzalez
  • El 13 de enero se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, un trastorno mental que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y cada vez a más adolescentes
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A Raquel le fue difícil asumir que aquella tristeza y apatía que veía en su hija desde hacía meses era causada por la depresión. «El primer aviso me lo dieron en el colegio, sin embargo, yo pensaba que era fruto del cambio de centro y de ciudad que habíamos tenido», rememora, «la depresión la veía como una cosa de adultos, no como algo que pudiera afectar a mi hija de 12 años».

La Organización Mundial de la Salud estima que el 1,1% de los adolescentes de 10 a 14 años y el 2,8% de los jóvenes de 15 a 19 años padecen depresión, siendo las niñas más afectadas. Su incidencia se duplica respecto a los chicos a partir de la pubertad, además presentan episodios depresivos más largos, con una media de 20 semanas, y son más proclives a recaer en la etapa adulta. «El segundo aviso vino tras la ingesta de 20 pastillas de mi hija», sentencia Raquel.

Detección y diagnóstico temprano de la depresión

La pandemia, coinciden todas las voces consultadas en este reportaje, ha agravado la situación. El doctor Jorge Vidal, psiquiatra infanto-juvenil en el hospital Gregorio Marañón, señala que han detectado «un claro aumento» de la cantidad de jóvenes que necesitan ayuda por ansiedad y depresión y, lo que es más preocupante, «un incremento en la gravedad de los síntomas» que en algunos casos derivan en comportamientos autolesivos e intentos de suicidio.

En la adolescencia se viven cambios muy importantes a nivel físico, hormonal, emocional o sexual y, aunque los sentimientos de incomprensión, soledad y tristeza son normales en adolescentes, hay algunas señales de alerta ante un síndrome depresivo. «Especialmente si se observa que el adolescente se siente solo, apático, irascible y ha perdido la capacidad de experimentar placer con las actividades que antes disfrutaba», comenta Pedro García, psicólogo y orientador escolar en un instituto.

La clave es la detección temprana para diagnosticar la patología. La depresión mayor es el cuadro clínico más grave dentro del espectro depresivo, el cual también incluye el trastorno adaptativo, el trastorno depresivo no especificado y el trastorno depresivo persistente. «Para alertar al centro educativo, y de ahí a los padres, debo observar que los síntomas se presentan en casi todas las actividades, la mayor parte del día y cada día, durante al menos 2 semanas», indica García.

Mar Echenique, psicóloga del programa Cruz Roja Te Escucha, considera clave diferenciar entre la tristeza propia de un adolescente que «está empezando a enfrentarse a los problemas y debe solucionarlos», de un cuadro depresivo

Mar Echenique, psicóloga del programa Cruz Roja Te Escucha, considera clave diferenciar entre la tristeza propia de un adolescente que «está empezando a enfrentarse a los problemas y debe solucionarlos», de un cuadro depresivo. Y para ello señala que hay que hacerse tres preguntas: ¿La tristeza dura más tiempo del esperado?, ¿no tiene motivo aparente?, ¿es de gran intensidad? «Si la respuesta a estas tres cuestiones es afirmativa, deberíamos intervenir», sentencia.

La colaboración entre centros de salud y escolares

Los programas de promoción y prevención de la salud mental en niños y jóvenes que inciden en la atención del menor y sus familias, en sus entornos y en sus redes sociales de apoyo se tornan también fundamentales. La doctora Laura Pina, psiquiatra infanto-juvenil, cree que, entre estos entornos, el escolar es uno de los principales en los que habría que enfocarse, «dado que es el entorno en el que, a nivel institucional y de forma universal, niños y adolescentes pasan la mayor parte del tiempo en su día a día».

El doctor Vidal es coordinador del programa asistencial de Enlace Salud mental — Educación. Este proyecto, puesto en marcha en el servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente de su hospital, tiene como principal función mejorar la coordinación y el trabajo conjunto con los centros educativos. «Tenemos que estar adecuadamente coordinados y comunicados para atender bien las necesidades de los jóvenes», expone Vidal.

Esa comunicación tiene que ser extensible a la familia para que la ayuda sea eficaz. «Hay que sentarse con los adolescentes y hablar en familia de cómo nos encontramos», indica el doctor Vidal, ya que la familia es «el principal núcleo de apoyo y de aprendizaje» para la expresión de emociones.

«Sin embargo, por la cantidad de pacientes atendidos en los centros de salud y en los colegios esta coordinación es a veces complicada», lamenta el psiquiatra. El doctor Vidal es, en cambio, optimista con el programa de enlace puesto en marcha e indica que, si tiene un buen funcionamiento, extenderán el modelo a otras áreas.

El estigma de la enfermedad

La doctora Pina trabaja en el Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón y advierte que todas las personas, incluidos niños y adolescentes, con depresión se enfrentan a una doble dificultad para recibir atención y recuperarse, «la de la enfermedad en sí y la de los prejuicios, el estigma y la discriminación que reciben, en numerosas ocasiones, por padecerla».

Raquel reconoce que el estigma supuso un freno para reconocer el problema, «me negaba a creer que mi hija estuviera con depresión», y ello implicó más carga de sufrimiento para ella y más obstáculos para que su hija se recuperara»

Raquel reconoce que el estigma supuso un freno para reconocer el problema, «me negaba a creer que mi hija estuviera con depresión», y ello implicó más carga de sufrimiento para ella y más obstáculos para que su hija se recuperara. «En mi casa teníamos de todo y éramos una familia normal, no entendía nada y, aún menos, que mi hija tuviera ese problema», asume.

Este estigma es, de hecho, una de las causas principales por las que las personas que padecen un trastorno mental y sus familiares no acceden al sistema sanitario y, en consecuencia, uno de los motivos principales por lo que muchos de estos pacientes no están diagnosticados ni tratados. «Esto es de especial relevancia en las primeras etapas de la depresión, cuando el éxito del tratamiento es siempre mayor», apunta la doctora Pina.

Los recursos psicoemocionales

«Es imperiosa la necesidad de diseñar e implementar estrategias políticas, acciones públicas e inversiones dirigidas a la promoción y protección de la salud mental», prosigue la psiquiatra infanto-juvenil. De igual modo, denuncia la falta estructural de especialistas y cifra en, aproximadamente, un 30-40% menos de psiquiatras, un 80% menos de enfermería especializada y un 50% menos de psicólogos clínicos que la media europea.

Azucena Retamero, coordinadora del Servicio de Información y Orientación de FAD (SIOF) Joven, coincide en ello. «Cuando detectas a un joven con síntomas de depresión, no encuentras dónde enviarle». El SIOF cuenta con una base de datos actualizada de recursos a nivel nacional para abordar los problemas de salud mental, sin embargo, las alternativas se reducen a acudir a los servicios públicos, con la consecuente demora y saturación, o a lo privado, cuyo coste muchos no se pueden permitir. «Al final, el adolescente te dice que “no es para tanto” y no acude a un especialista a tratarse», lamenta Retamero.

El SIOF Joven surge a raíz de la pandemia para dar respuesta al aumento de llamadas de adolescentes buscando apoyo emocional. «El SIOF, en marcha desde 1986 para abordar el problema de las adicciones, no estaba preparado para ello y decidimos crear un recurso específico», apunta la coordinadora. De lunes a viernes de 9:00 a 21:00 dos psicólogas y un equipo de voluntarios ayudan a jóvenes con problemas de ansiedad, de depresión o de conducta.

«Tratamos de adaptarnos a su lenguaje», comenta Retamero, especialmente a su preferencia de usar WhatsApp en vez de hablar por teléfono, ya que «se sienten más cómodos». La mayor dificultad es ponerle nombre a lo que sienten, «ellos solo te dicen que se rallan o que la situación les supera», comenta la coordinadora, y por eso desde SIOF Joven trabajan la psicoeducación para que los adolescentes mejoren la comprensión de sus emociones. «Dejamos claro desde el inicio que prestamos apoyo emocional, no hacemos diagnóstico», puntualiza.

La gestión de las emociones y las habilidades sociales en adolescentes también se abordan en los talleres de Cruz Roja Te Escucha (900 107 917). Mar Echenique destaca que no es solo un teléfono de escucha, «donde las personas pueden desahogarse y llevar a cabo una ventilación emocional», sino que también «da respuestas y soluciones» a las personas que manifiestan sufrimiento emocional a través de la orientación, el acompañamiento y la asistencia.

Echenique considera que la pandemia y el confinamiento fueron duros para los adolescentes, aunque además añade otros factores, como la sucesión de crisis económicas, la crisis climática o la precariedad laboral, que contribuyen a alimentar el pesimismo juvenil. «Cuando las personas viven una situación vulnerabilidad e incertidumbre, es más fácil que se produzca la desesperanza y que no se dispongan de las herramientas adecuadas ni las fuerzas suficientes para afrontar la situación», apunta.

La psicóloga indica que el número de personas menores de 18 años que llama a Cruz Roja Te Escucha ha ido aumentando progresivamente mes a mes, haciéndose cada vez más significativo y alcanzando actualmente el 9%. «Teniendo en cuenta que se han recibido un total de 16.716 llamadas, sabemos que más de 1.500 han sido realizadas por menores de 18 años», comenta.

La responsable de Cruz Roja Te Escucha destaca que, para reducir los trastornos de depresión, es necesario llevar a cabo cambios en el entorno. «Hasta hace poco parecía como si todo el peso y la responsabilidad recayera sobre las propias personas que padecían depresión», critica, sin embargo, indica que las condiciones estructurales, sociales, económicas y políticas operan sobre las biografías, por tanto, «es necesario mejorar estas condiciones, si queremos favorecer el bienestar emocional de las personas», concluye.

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