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Elisa Guerra: «Un sistema educativo no es un producto acabado, siempre va a estar en constante evolución»

Fundadora del Colegio Valle de Filadelfia. Miembro de la Comisión Internacional sobre los futuros de la educación de la Unesco

Esteve López Gázquez

Coordinador del Área de Emprendimiento de Fundación Trilema

Cuadernos de Pedagogía, Nº 538, Sección Entrevista, Enero 2023, Cuadernos de Pedagogía

Maestra en Estudios Especializados de Educación por la Universidad de Harvard, con una Maestría en Educación con especialidad en Procesos de Enseñanza-Aprendizaje por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Nuestra invitada fue reconocida con el Premio Alas-BID 2015 en la categoría de mejor educadora en América Latina y el Caribe. Fue integrante de la Comisión Internacional para los Futuros de la Educación, de la UNESCO, y coautora del reporte global «Reimaginar Juntos Nuestros Futuros: Un nuevo contrato social para la educación».

Es autora, entre otros, del libro» «Aprender a leer a los 3: Método Doman aplicado en el Aula Preescolar». Ha participado también como coautora en «La Enseñanza en la Cuarta Revolución Industrial», un libro que ha sido reconocido, por personalidades del mundo de la educación, entre ellas, Irina Bokova, ex-directora general de la UNESCO, y Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, creador de la Teoría de Inteligencias múltiples, entre otros.

MasterMsasters» Degree in Specialized Education Studies from Harvard University, with a MasterMsasters» Degree in Education with a specialty in Teaching-Learning Processes from the Monterrey Institute of Technology and Higher Education (ITESM). Our guest was recognized with the 2015 Alas-BID Award in the category of best educator in Latin America and the Caribbean. She is currently a member of the UNESCO International Commission on the Futures of Education, and coauthor of the global report «Reimagening our Futures Together: A new social contract for education».

She is the author, among others, of the book» «Learning to read at 3: The Doman Method applied in the Preschool Classroom». She has also participated as a co-author in» «Teaching in the Fourth Industrial Revolution», a book that has been recognized by personalities from the world of education, including Irina Bokova, former director general of UNESCO, and Howard Gardner, from Harvard University, creator of the Theory of Multiple Intelligences, among others.

Educación temprana. Lectura. Ciudadanía global. Pandemia. Contrato social. Unesco.
Early education. Reading. Global citizenship. Pandemic. Social contract. Unesco.

Buenos días, Elisa, nos alegra contar contigo en las páginas de Cuadernos de Pedagogía. Antes de nada, me gustaría que nos hablaras de cuál ha sido tu trayectoria vital

Me convertí en maestra completamente por accidente. Empecé a enseñar a mis propios hijos en casa. Cuando nació mi primer hijo yo quería acercarle a todo lo que es hermoso el arte, la cultura, conocimientos enciclopédicos de excelencia física, la música, pero yo no era educadora ni tenía formación alguna en docencia, simplemente empecé como mamá. Leí todo cuanto pude de educación infantil para poder aplicarlo en casa, y me di cuenta; por un lado; de mi vocación hacia la enseñanza y, por otro, del enorme potencial de los niños pequeños.

Cuando mi primer hijo entró en la escuela observé que no me terminaban de gustar las opciones que existían en Aguascalientes, donde residía —estoy hablando de hace más de dos décadas—. Es cierto que las escuelas que veía tenían instalaciones hermosas, con docentes muy competentes pero los programas, los aprendizajes que se enseñaban al alumnado se quedaban corto en comparación con el potencial de los niños. Así que, después de recorrer varias escuelas, finalmente pensé que si no encontraba lo que estaba buscando tendría que fundar la escuela que quería para mis hijos.

De esta manera, me embarqué en ello, como mamá, sin tener realmente formación pedagógica y subestimando, de alguna manera, el enorme trabajo que representa ser docente.

Abrí un pequeño preescolar con diecisiete niños y en la primera semana ya quería abandonar. Me di cuenta de que enseñar a tus hijos en casa y enseñar a niños en un aula es algo completamente diferente.

Alquilé una casita para que fuera la sede de la escuela, tenía dos personas que me ayudaban. Por el compromiso adquirido con los padres de esos niños, que habían confiado en el proyecto, me decidí a finalizar, al menos, ese curso. Eso ocurrió en 1999 y veintitrés años después sigo aquí.

Al mismo tiempo, me licencié en Educación Preescolar, realicé dos maestrías, y el modelo de escuela se empezó a reproducir en otras ciudades de Latinoamérica, hasta alcanzar los diez centros educativos. Tristemente, con la pandemia nos redujimos y ahora somos solo cinco.

«Es cierto que hubo afectaciones, pero al mismo tiempo también hubo ganancias en otros aprendizajes distintos a los aprendizajes académicos»

Mis hijos ya crecieron, salieron de la escuela, pero quedó conmigo esa pasión por la educación y la enseñanza. Soy una persona con muchas inquietudes, me gusta la educación temprana, la enseñanza de la lectura, la ciudadanía global. En definitiva, aprender, porque educar es seguir aprendiendo toda la vida.

Este curso es el primero tras la pandemia en el que se puede decir que hay «normalidad» en las aulas. En el caso de América Latina, los colegios permanecieron cerrados casi dos años. ¿Cómo ha influido esta situación en los aprendizajes del alumnado?

Tengo muchos sentimientos encontrados. Estoy convencida de que los aprendizajes se vieron afectados y no podemos cerrar los ojos ante esta situación. Hubo algunas etapas que se han visto más comprometidas, sobre todo, aquellas en las que los niños iniciaban el aprendizaje de la lectura. Poque hay una ventana muy precisa de tiempo y si ya de por sí, en términos generales, empezamos a enseñar a los niños muy tarde, durante la pandemia se ha retrasado o estancado todavía más, en Latinoamérica al menos dos años. Estoy conmocionada por las repercusiones que pueda haber y que de momento no estamos viendo.

Antes de la pandemia teníamos ya una crisis global del aprendizaje, muy bien identificada por el Banco Mundial y la UNESCO, desde 2014. La mitad de los niños en el mundo no comprendían la lectura de un texto simple y tras la pandemia se calcula que sean 7 de cada 10 niños.

Otros sectores del alumnado, por ejemplo, los adolescentes, se vieron muy afectados en la parte social, y es evidente que hubo y hay aún secuelas, algo que pone de manifiesto el aumento de la depresión en esta población. Esta situación, por ejemplo, afectó a uno de mis hijos que en este momento de covid-19 estaba terminando la preparatoria de acceso a la Universidad, una época de transición sumamente importante que no era para hacerse en una pantalla.

Es cierto que hubo afectaciones, pero al mismo tiempo también hubo ganancias en otros aprendizajes distintos a los aprendizajes académicos. Por ejemplo, la resiliencia, el aprender a sortear este tipo de situaciones, el abrir la consciencia. Antes de la pandemia, cuántos de nosotros realmente pensábamos en temas de salud pública, de equidad, del pensamiento científico, de la necesidad de avanzar en la colaboración. Hubo aprendizajes muy valiosos.

¿Qué me preocupan? Me preocupan dos cosas: una de ellas son las secuelas que pueda haber tanto en lo académico por parte de los más pequeños como la socioemocional de los más jóvenes y, la otra, la obsesión por recuperar el tiempo perdido a través de una sobrecarga curricular. En Latinoamérica, tenemos la idea de que hay que cubrir todos los temas que se quedaron pendientes. Esto provoca una tensión enorme, primero para los niños y niñas, pero también para los docentes. Además, por qué mantenemos esta idea de que más de los mismo, que ya no era exitoso antes de la pandemia, donde veíamos esta crisis del aprendizaje, va a serlo ahora. Puede ser una receta para un fracaso todavía mayor.

Deberíamos aprovechar este espacio, esta grieta que creó la pandemia, para que los chicos aprendan a aprender por sí mismos y en colaboración con otros que es algo de lo que se habla muy poco y que fue un problema galopante en la pandemia. Se habla mucho de la parte tecnológica y del acceso, pero también en los que tenían acceso identifiqué entre muchos docentes la idea de decir: «es que los chicos no saben aprender si no está el maestro encima del hombro de ellos diciéndole exactamente qué hacer y cómo hacerlo». Aquí es donde deberíamos trabajar para reimaginar la educación y, por supuesto, reforzar la actividad lectora que ya desde antes era crítica.

He visto en algunos centros de América Latina que el docente no tiene mucha participación a la hora de tomar decisiones, de gestionar, hablo de liderazgo. ¿Cómo favorecer, desde las escuelas, una mayor participación del profesorado en las decisiones del centro? ¿Fomentar un buen liderazgo como aprendizaje de estos casi tres años de pandemia?

Puedo hablar concretamente de México, aunque sospecho que hay muchos países con situaciones muy similares. Aquí uno de los problemas importantes que tenemos, simplificándolo mucho, es que la política secuestra a la educación y el rescate que piden, de alguna manera, son los votos. Cada seis años, nos dicen: «Todo lo que pasó en el sexenio pasado no sirve, eran unos ineptos, ahora sí vamos a salvar la educación, este gobierno va a encontrar la solución» y los docentes nos encontramos entre las olas del mar, en el vaivén. En realidad, es lo que quieren hacer, y no estoy hablando de un gobierno en particular o de un partido o afiliación política concreta, estoy hablando en general. Es una historia que lleva décadas en México y en otras partes de Latinoamérica.

«A los docentes nos han tomado como peones de este frente de batalla política cuando lo que debería suceder es que la política estuviera al servicio de la educación»

A los docentes nos han tomado como peones de este frente de batalla política cuando lo que debería suceder es que la política estuviera al servicio de la educación. Este es uno de los motivos por el que a los docentes no se les ha dado el rol de líderes. Un liderazgo compartido en el que los chicos también tengan el liderazgo de su propio aprendizaje, y donde la autoridad no recaiga en una sola persona o instancia. Sino que, así como exigimos a los gobiernos que dejen en manos de los docentes lo que les compete, que sucediera lo mismo con los estudiantes o los directores de escuela, avanzar hacia un liderazgo compartido. No sé cómo podríamos lograrlo. Tengo una idea que puede resultar utópica, en lugar de pensar que cada seis años hay que reescribir los planes y programas de estudio, rediseñar por completo el sistema educativo, habría mucha riqueza, y va en línea de lo que proponemos en el informe de Unesco de la educación multicultural, si trabajamos juntos para reimaginar nuestros futuros. De igual manera que hizo la Comisión Internacional en documento de los Futuros de la Educación sería interesante la formación de una Comisión que, aunque no fuera global, sí fuera regional. Pienso en Latinoamérica, una comisión formada por docentes, estudiantes, activistas, también de la iniciativa privada, que se sentaran a reflexionar y pensáramos en un currículo y modelo común, con piezas intercambiables, que tienen muchas formas de armarse, una rayuela del aprendizaje que cada gobierno pudiera abordarlo desde diferentes ángulos y adoptarlo en la medida que quiera hacerlo. Algo que no se implante por decreto y que pueda estar en constante evolución. Un sistema educativo no es un producto acabado, siempre va a estar en constante evolución.

¿Cuáles serían los cinco principios que habéis defendido en ese Informe que deberían convertirse en un espacio de reflexión?

No se trata de una propuesta bien delimitada, bien definida en cuanto a una receta de que esto es lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Es un punto de partida para abrir una conversación mucho más amplia, que posee ciertos principios para la acción y el diálogo, pero como puntos de partida. No son fines, son inicios.

Para iniciar esa conversación el reporte nos plantea tres preguntas: ¿qué actuaciones, de las que llevamos a cabo, deberíamos seguir haciendo? Hay muchas cosas buenas que no tenemos que desechar. ¿Qué debemos abandonar? Y ¿qué cosas de las que hacemos podemos conservar, pero necesitamos de alguna manera refrescar, reimaginar o recrear? Son preguntas que pueden hacerse desde los niveles ministeriales hasta los estudiantes en su propio proceso o el docente y director de escuela.

Hay cinco elementos que el documento propone repensar para este nuevo contrato social para la educación. Uno de ellos es pensar que el modelo que estamos siguiendo, que es muy similar en todos los lugares del mundo, es aquel en el que el docente presenta lecciones a los estudiantes que aprenden en un aula y pensamos que porque los alumnos están sentados uno al lado de otro está aprendiendo en colaboración, pero no es así, están aprendiendo el uno al lado del otro y no el uno con el otro. De igual manera el docente está aislado de otro docente por los gruesos muros. Sigue siendo una profesión muy solitaria lo que hace que provoca que no se le considere un líder sino un peón de la enseñanza.

La misma arquitectura y la gramática de la escuela, desde cómo están organizados los espacios hasta los horarios, es fija, y hay la obligación de cumplir el programa. En cuanto al currículo fragmentado y cuadriculado y no integrado en una sola propuesta. En este mismo sentido, decidimos cuánto tienen que aprender, cómo y, cuando decidimos que están listos, los lanzamos al mundo y que les vaya bien.

Hemos dejado de pensar que el aprendizaje es algo que sucede toda la vida y que necesitamos como sociedad garantizar oportunidades de aprendizaje continuo en todas las etapas y no solamente durante la escolarización.

De todos estos factores se desprenden otros muchos. En lo personal uno con el que me siento más identificada, por mi historia personal, es la infancia temprana, el papel de los padres, que son otros de los grandes olvidados de la educación. Los mismos docentes a veces los minimizamos y los dejamos a un lado. Los padres son los más influyentes educadores de sus propios hijos, el entorno familiar es, en muchas ocasiones, más poderoso que los que ocurre en la escuela. O nos alineamos y trabajamos juntos o estamos tirando hacia lados diferentes. De este modo es imposible avanzar.

«Deberíamos aprovechar este espacio, esta grieta que creó la pandemia, para que los chicos aprendan a aprender por sí mismos y en colaboración con otros»

Este informe, que fue elaborado por una comisión internacional muy diversa en tiempos de pandemia con una sola reunión presencial y muchas otras en línea, es una primera piedra para un debate global de cómo imaginamos los futuros de la educación. No pensando en el futuro en singular sino en plural. El futuro no está determinado, en lugar de prepararnos para eso que dicen que viene hay que pensar en qué es lo que queremos que venga y qué necesitamos hacer para que suceda. Hay que diseñar primero y construir después los futuros que queremos. El informe es una muy buena invitación para ese primer ejercicio de reflexión hacia los futuros.

Es importante que los docentes tengamos esa cultura de reflexión continua, intentar al menos ir a la misma velocidad que va la sociedad y si pudiéramos incluso ir un poco por delante y planificar y construir. He visto una conferencia tuya en la que fomentabas en las familias la participación…

En los últimos años de la administración anterior arrancamos un proyecto con las familias más vulnerables de México. Era un proyecto piloto, y digo era, porque hubo un cambio de Administración a los pocos meses de empezar su implementación y el proyecto desapareció. Conseguimos retomarlo, básicamente, porque los niños que proceden de familias desfavorecidas poseen una brecha de logro académico en comparación con aquellos que crecen ambientes más favorables. Una fisura que no se ha conseguido cerrar. La idea de este proyecto es prevenir su aparición en lugar de intentar cerrarla. Para eso creemos que, si los niños que vienen de entornos con muchas carencias llegan a primero de primaria con un rezago, entonces tenemos que ayudarles desde la etapa anterior a su escolarización cuando están en el entorno familiar.

Lo que estamos haciendo ahora con el estado de Nuevo León, en el norte de México, es acercarnos a las familias y enseñarles cómo llevar a cabo un programa de lectura temprana y desarrollo del lenguaje con los niños porque considero que es uno de los pilares más importante del aprendizaje. Enseñamos a los cuidadores como enseñar a leer a los niños desde los tres años, incluso antes. Esta idea puede resultar controvertida, pero lo hacemos siempre dentro de un marco de amor, alegría y respeto. No se trata de adaptar la manera tradicional de enseñar desde los seis años e implementarla en un niño de tres. Hablo de un programa que es parte de una iniciativa más amplia, que se ha denominado «Cuidados». Un programa muy contextualizado a la experiencia de cada niño y es muy fácil de implementar. Les damos el material, los capacitamos y empoderamos a los cuidadores (madres, padres o abuelos) como primeros educadores. El proyecto acaba de empezar e irá acompañado por un proyecto de investigación para ver cuáles serán sus alcances longitudinales que nos ayude a analizar si podemos incidir en la vida académica, emocional, cognitiva de estos niños en los próximos años.

Como maestra ¿qué le dirías al docente que, por primera vez, entra en un aula?

Lo primero, recordarles que todos los niños llevan dentro de sí la semilla de la genialidad, que todos y cada uno de ellos puede desarrollarse de manera insospechada y que lo que nos corresponde es el enorme privilegio de enriquecer ese ambiente en el mayor grado posible. Lo segundo, para todos los docentes pero en especial a aquellos que se inician en esta fabulosa profesión, que sean amables consigo mismos, que se den la oportunidad de enamorarse de la docencia, que los primeros años son difíciles, pero según se avanza nuestra labor se vuelve cada vez más gratificante. Que se cuiden, de igual manera que cuando nos subimos a un avión nos dicen que en caso de una pérdida súbita de la presión en la cabina van a caer mascarillas de oxígeno y hay que ponerse primero la propia antes de ayudar a otros, lo cual parece contra natura, porque como padres o docentes uno pensaría en ponerle primero la mascarilla al niño. Pero si hacemos eso, caemos en el riesgo de «desmayarnos» antes de lograrlo y entonces ninguno de los dos estará bien. Nos ponemos la mascarilla primero, para poder así ayudar a los demás. A los nuevos docentes, que sepan que hay mucho que pueden dar si están dispuestos a recorrer el camino.

«Hay que diseñar primero y construir después los futuros que queremos»

Me quedo con esta última imagen, debemos cuidarnos como docentes porque solo así podremos trasmitir nuestra pasión, nuestras ganas y acompañarlos mejor. Ha sido un placer conversar contigo

Muchas gracias por esta charla.

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