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Construir la paz en tiempos convulsos: un reto para la educación para la ciudadanía global

Manuela Mesa

Codirectora DEMOSPAZ

Directora de CEIPAZ

Cuadernos de Pedagogía, Nº 535, Sección Tema del Mes, Octubre 2022

En este artículo se hace una reflexión sobre el papel de la educación en el actual contexto marcado por la violencia y los conflictos y por los profundos cambios y transformaciones que se están produciendo en el sistema internacional. Se analizan las propuestas que se están realizando desde la educación para la ciudadanía global para ofrecer claves que permitan comprender mejor estos fenómenos y formar parte de los cambios necesarios desde una perspectiva de derechos humanos, paz, justicia social y sostenibilidad ambiental. Es una apuesta por un mundo mejor, en el que la ciudadanía se convierte en actor comprometido con la paz y trabaja para conseguirlo.

This article reflects on the role of education in the current context marked by violence and conflicts and by the profound changes and transformations that are taking place in the international system. The proposals that are being made from education for global citizenship are analyzed to offer keys that allow us to better understand these phenomena and be part of the necessary changes from a perspective of human rights, peace, social justice and environmental sustainability. It is a commitment to a better world, in which citizens become actors committed to peace and work to achieve it.

Nueva mirada. Convivencia. Escenarios de cambio. Cultura de paz. Solidaridad y justicia social.
New look. Coexistence. Change scenarios. Peace culture. Solidarity and social justice.

Una de las preocupaciones de la última década ha sido definir el papel que juega la educación en el actual contexto internacional marcado por los profundos cambios provocados por la crisis climática, por la emergencia del COVID y por los conflictos armados. Uno de los más recientes ha sido la invasión rusa en Ucrania, que ha desatado todos los fantasmas y miedos, por el peligro nuclear que entraña esta situación, y porque además se produce a las puertas de Europa.

La educación para la ciudadanía global tiene que ofrecer claves para analizar esta situación, que nos afecta desde el plano individual al colectivo y que va a provocar cambios y transformaciones en todos los ámbitos de nuestra vida: la convivencia, las formas de consumo, nuestra relación con la naturaleza, la importancia de los servicios públicos, los cuidados, en la participación política, entre otras cuestiones. En un momento de coyuntura crítica, en el que hay distintos futuros posibles y se amplían las fronteras de posibilidad para la acción colectiva y la conformación de un nuevo modelo social, económico y político (Mesa,2022: 8), la conformación de una ciudadanía global comprometida con un futuro de paz, con el respeto por los derechos, con la justicia social y la sostenibilidad ambiental, es una tarea esencial en el contexto actual.

La invasión rusa vuelve a situar a Europa en el centro de la geopolítica global y los impactos son globales, por las rupturas en las cadenas de suministro, por la dependencia energética de algunos países, por el efecto indirecto de las sanciones impuestas a Rusia y por la configuración del mundo en bloques enfrentados, que justifican el rearme frente al enemigo y el incremento de los presupuestos militares sin precedentes. En esta situación se cuestionan los principios del pacifismo y la no violencia y es preciso encontrar nuevas miradas que den respuesta a la seguridad no sólo militar, sino también a la seguridad centrada en las necesidades de las personas.

«La educación para la ciudadanía global tiene que ofrecer espacios para la reflexión, el análisis, para imaginar futuros posibles y deseables»

Más allá de la invasión rusa en Ucrania, nos encontramos con un mundo en el que todavía siguen activos muchos conflictos armados, algunos de ellos enquistados, y de larga duración, en el que no ha sido posible encontrar una salida negociada para las partes enfrentadas. Según la Escola de Cultura de Paz, durante 2021, se registraron 32 conflictos armados, la mayoría de ellos se concentraron en África (15) y Asia (9), seguidos por Oriente Medio (cinco) y Europa (dos) y América (uno). Los 17 casos de conflictos armados graves en 2021 fueron: Camerún (Ambazonia/Noroeste y Suroeste), Etiopía (Tigré), Malí, Mozambique (norte), Región Lago Chad (Boko Haram), Región Sahel Occidental, RCA, RDC (este), RDC (este-ADF), Somalia, Sudán (Darfur), Sudán del Sur, Afganistán, Myanmar, Iraq, Siria y Yemen. Estos conflictos tuvieron un fuerte impacto sobre la población civil, cuya violencia se vio agudizada por los efectos de la pandemia y por la confluencia con otras crisis como la emergencia climática Además, según datos de ACNUR, a finales de 2020 se contabilizaron 82,4 millones de personas desplazadas forzosamente a nivel mundial, más del doble que una década atrás (Escola de Cultura de Pau, 2022).

En este escenario de cambio e incertidumbre nos enfrentamos al dilema de optar por respuestas belicistas, que abrazan el militarismo y la confrontación; o bien respuestas pacifistas basadas en la búsqueda de espacios de diálogo y concertación que pongan fin a la violencia y la guerra.

Las respuestas resultan complejas y van más allá del uso de la fuerza; se trata de analizar cómo afrontar el miedo y deslegitimar las lógicas securitarias, que entrañan enormes riesgos e implican relación de subordinación individual o colectiva hacia una autoridad superior, frente a la cooperación humana. También redefinir el concepto clásico de seguridad para adoptar el de seguridad humana, que pone su foco en las necesidades de vida del planeta. Como se ha señalado desde la investigación para la paz, esta va más allá de la ausencia de violencia y se vincula con las capacidades de transformar los conflictos desde el diálogo, la empatía, la cooperación, y la promoción de valores universalistas asociados a la justicia, la solidaridad y el respeto a los derechos humanos. La educación para la ciudadanía global tiene que incorporar estas cuestiones al curriculum escolar. Ofrecer espacios para la reflexión, el análisis, para imaginar futuros posibles y deseables.

Promover la construcción de la paz es una tarea que nos interpela como ciudadanos y ciudadanas del mundo en el plano individual, nacional e internacional. En cada esfera existen unas responsabilidades, unos deberes y derechos, sobre los que se sustenta un programa de acción:

  • En el plano social, el papel de la educación es primordial en la promoción de una cultura de paz. La educación para la paz juega un papel clave como una educación para el conflicto, para la solidaridad y la ciudadanía global.
  • En el plano del Estado, se trata de la defensa de los valores democráticos y del buen gobierno a partir, entre otras medidas, de la promoción de una política educativa que contemple los valores de paz, solidaridad y justicia social. En la educación formal se debe promover un currículo que favorezca una mayor comprensión de las raíces de la violencia, aportando claves para entender el mundo actual y para resolver los conflictos de forma no violenta. Para ello, será necesario mejorar la formación del personal docente, los planes de estudio, el contenido de los manuales y de los cursos y otros materiales pedagógicos, como las nuevas tecnologías de la educación.
  • En el plano internacional, los organismos multilaterales deberán apostar por la prevención de conflictos, que consiste no sólo en evitar la intensificación de las crisis, sino también en la creación de una base duradera para las alternativas pacíficas. Asimismo, contribuir a la búsqueda de salidas negociadas a los conflictos armados, protegiendo los derechos humanos y en particular los derechos humanos de las mujeres y niñas, que sufren un impacto desproporcionado durante en la guerra, por el hecho de ser mujeres.

    También en el plano internacional, es especialmente relevante el papel que ha jugado la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en la promoción de la educación y la cultura de paz. En octubre de 1999 se aprueba la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, en el que se define la cultura de paz y se establece un programa de acción para los principales actores en el plano nacional, regional e internacional.

Precisamente la UNESCO ha jugado un papel muy activo en los últimos años en la promoción del concepto de ciudadanía global para el desarrollo sostenible. Y la Agenda 2030 y los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) han fortalecido y dotado de contenido la Educación para la Ciudadanía Global. El Objetivo 4 sobre educación plantea: «Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades para el aprendizaje durante toda la vida de las personas». Y en particular, la meta 4.7 propone garantizar el año 2030 que el alumnado adquiera los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover la ciudadanía global para el desarrollo sostenible, incorporando los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la diversidad cultural y la paz.

«La incorporación de la noción de ciudadanía global al ámbito educativo nos permite reflexionar sobre la paz, la violencia y los conflictos»

La incorporación de la noción de ciudadanía global al ámbito educativo nos permite reflexionar sobre la paz, la violencia y los conflictos y sobre las respuestas que se puedan dar a las diversas situaciones que se presentan en nuestra comunidad, en nuestra ciudad, en el país y en el mundo, desde unos valores vinculados al respeto de los derechos humanos y a la justicia social. Y reafirma el papel de la educación como una herramienta de cambio y transformación orientada a la justicia social y la solidaridad (Díaz-Salazar, 2016; Murillo, 2019). Como señala el Informe Delors, la educación es un medio para hacer retroceder la pobreza, la marginación, la opresión y la guerra. La educación tiene una responsabilidad específica en la edificación de un mundo más solidario (Delors, 1997). Y puede contribuir a construir una identidad compartida, «un nosotros y nosotras universal», Marina Garcés (2013).

El estatus de ciudadanía se constituye como un elemento unificador e integrador de la sociedad. No es sólo un estatus que reconoce unos derechos políticos sino también un proceso y una práctica por la que la ciudadanía comparte unos valores y normas de comportamiento que posibilitan la convivencia y les dota de una identidad colectiva, en este caso una identidad colectiva local-global. Por otro lado, el ejercicio de la ciudadanía global se basa en la idea de universalidad, en la que la democracia defiende los mismos derechos para todos los individuos. La consecución de una ciudadanía global exige, en lo que se refiere a los derechos políticos, democratizar el «espacio global» y, en los que se refiere a los derechos sociales, dotar a la justicia de una dimensión planetaria. Y por ello la paz, la construcción de consensos, la solidaridad, la lucha contra la pobreza y la desigualdad se sitúan en el centro de las políticas y es una responsabilidad que forma parte de los compromisos internacionales adquiridos por cada gobierno.

Esto implica un proceso de redefinición de los contenidos curriculares, de manera que permitan la comprensión crítica de los fenómenos ligados a la violencia y la incorporación de categorías analíticas que ayuden a interpretar nuevas realidades basadas en el diálogo y la concertación. Se requiere de la construcción de nuevos marcos cognitivos que conecten saberes con capacidades y valores, conformando, así, una narrativa pacifista y emancipadora que ponga en el centro a los seres humanos. Y esto hay que hacerlo incorporando las relaciones entre lo local y lo global (la dimensión espacial) y las relaciones entre el pasado, presente y futuro (la dimensión temporal) en el análisis de los procesos mundiales y en particular de la guerra y la violencia (Mesa, 2020).

«El estatus de ciudadanía se constituye como un elemento unificador e integrador de la sociedad»

Asimismo, es preciso avanzar en la deslegitimación de la violencia como forma de abordar los conflictos. Como dice Bruno Bettelheim: «La violencia es la conducta de alguien incapaz de imaginar otras soluciones a los problemas que se le presentan» (citado por Fisas, 1998: 18). La naturalización de la violencia está presente en las sociedades y la educación puede contribuir a explorar otras posibilidades y opciones para abordar los conflictos y su transformación. Se trata de avanzar en una educación para la gestión positiva de los conflictos, que aborde los mecanismos de dominación y sumisión que forman parte de muchas estructuras sociales y políticas en las que se sustenta la violencia.

La educación para la ciudadanía global nos propone una forma de «mirar», de «hacer» y de «estar» para responder a la crisis sistémica que enfrentamos. Trata de promover un nuevo lenguaje y ofrecer herramientas conceptuales, éticas, analíticas y estéticas que faciliten la toma de decisiones ante problemas complejos, que ayuden a imaginar nuevos escenarios de vida, que ayuden a gestionar la incertidumbre y los miedos, sustituyéndolos por responsabilidad y compromiso (Mesa, 2021).

Se trata de definir cómo afrontaremos como seres humanos nuestro papel en el planeta y cómo ponemos en juego nuestras capacidades para descubrir e «imaginar "mundos posibles" y construir una ciudadanía global que reconozca la riqueza de la diversidad. Esto requiere conciliar la razón, la emoción y los valores, en una actitud de búsqueda y hallazgo de lo visible y lo invisible.

Es importante converger con la experiencia de la solidaridad internacional, que acerca a los pueblos; del pacifismo y la transformación pacífica de los conflictos; del feminismo y su apuesta por la igualdad; del ecologismo que nos recuerda la urgencia de frenar el calentamiento global antes de que sea demasiado tarde.

La educación para la ciudadanía global es una apuesta por la esperanza, como un motor de cambio, para soñar un futuro que garantice los derechos de todas las personas y que nos permita construir alternativas para un futuro sostenible, igualitario y pacífico. Porque todo proyecto educativo debe albergar la esperanza de que los cambios individuales, sociales, económicos y políticos son posibles; se trata de intuir las posibilidades, aunque sean remotas, de que trabajando con persistencia se lograran alternativas a la violencia que se generalicen a toda la sociedad.

«La educación para la ciudadanía global es una apuesta por la esperanza, como un motor de cambio, para soñar un futuro que garantice los derechos de todas las personas»

Hará falta mucha audacia e imaginación y solidaridad para superar esta situación global. Sabemos que sólo sumando y con propuestas será posible. La educación debe formar parte de este proceso.

Para saber más

  • Bettelheim, Bruno (1982). Educación y vida moderna. Barcelona: Editorial Crítica.
  • Díaz-Salazar, Rafael (2016). Educación y cambio ecosocial. Del yo interior al activismo ciudadano. Madrid: PPC-SM.
  • Escola de Cultura de Pau (2022). Alerta 2022. Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz. Barcelona: Escola Cultura de Paz.
  • Garcés, Marina (2013). Un mundo en común. Barcelona: Bellaterra.
  • Mesa, Manuela (2022). «Tendencias en el sistema internacional: quince años de reflexión y análisis sobre los cambios mundiales» en Mesa, Manuela (coord.) Cambio de época y coyuntura crítica en la sociedad global. Anuario 2021-2022. Madrid: CEIPAZ.
  • Mesa, Manuela (2021).»La educación para la ciudadanía global en tiempos de pandemia: una propuesta para promover sociedades resilientes» en Sinergias, junio 2021.
  • Mesa, Manuela (2020).«Los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y la educación para la ciudadanía global» en Díaz-Salazar, Rafael (coord.). Ciudadanía global en el siglo XXI. Educar para que otro mundo sea posible. Volumen I. Madrid: SM.
  • Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2018). Marco de Competencia Global. Estudio Pisa. Preparar a nuestros jóvenes para un mundo inclusivo y sostenible. Madrid. MECD.
  • Murillo, Javier (2019). La educación para la justicia social como enfoque para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Agenda 2030. Claves para la transformación sostenible. Madrid: Catarata.
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