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Transformarse o morir, pero… ¿por qué los abogados se resisten a la tecnología?

  • 20-6-2022 | LA LEY
  • La transformación digital ayuda a eliminar tareas superfluas y permite optimizar el trabajo de los letrados, pero sólo es posible con un cambio cultural que sacuda los cimientos de la organización. Fue una de las ideas dadas en el último Encuentro LegalTech LA LEY, que tuvo lugar este jueves, donde se abordaron las claves de la revolución digital que viene y que vendrá
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En una firma jurídica, dedicar horas y horas a tareas mecánicas es cosa del pasado. O, al menos, lo es en aquellos bufetes que aplican ya nuevas tecnologías para agilizar sus procesos. Pocos en el sector legal dudan del imparable desembarco de la transformación digital a nuestras vidas; sin embargo, a pesar de lo inminente de esta revolución, hay firmas que, aún conscientes de la importancia de subirse a este carro a tiempo, se resisten a hacer un ejercicio de revisión.

Varios factores explican este conservadurismo. Algunos profesionales ven la tecnología como un enemigo o como una moda pasajera, algo a lo que no hay que prestar atención porque lo importante es saber Derecho; en un segundo plano, otros juristas viven convencidos de que lo suyo es tan complejo que no se puede automatizar; y, en un tercer estadio, es innegable que en el ambiente legal se palpa cierto miedo a que la tecnología «venga para quitar trabajo».

Hay miedo al cambio, cree Beatriz Hoya, directora New Law y Coordinadora del HUB Legal de PwC Jurídico y Fiscal. Sin embargo, la revolución digital solo deja dos opciones: renovarse o morir. Así lo expresó en el último encuentro LegalTech que organizó LA LEY en la Fundación Pons de Madrid, y que fue moderado por Alejandro Sánchez del Campo, Abogado y Consejero en innovación y LegalTech.

En la cita, que reunió a personalidades referentes del sector, los invitados barajaron los motivos por los que aún existen tantas entidades reticentes a las nuevas tecnologías.

En esta línea, Jesús Olmedilla, responsable de innovación en procesos en el área legal de Banco de Santander España, expresó que estas reticencias, se basan en parte, en que «en el mundo legal no se admiten los experimentos», al tratarse de un mundo donde los plazos y la responsabilidad con el cliente es alta. El experto subrayó que cambiar el chip no es posible sin una revisión cultural. La verdadera transformación de un departamento debe afectar a los valores de la institución y a la forma de abordar el día a día. «Estas pautas deben venir dictadas por la dirección de las organizaciones», remarcó Olmedilla. «La dificultad», agregó, «radica en saber cómo abordarán el cambio de cultura cada departamento».

¿Qué se gana con la automatización? En un primer estadio, los abogados podrán con ello centrarse en lo importante. En otras palabras, «la automatización permite aliviar las cargas de trabajo», dijo Olmedilla.

Los letrados no tendrán que revisar cientos de páginas de contratos para identificar cláusulas conflictivas, porque una máquina puede hacerlo en su lugar. Ahora bien, para el experto de Santander, esta apuesta no puede ser a medio gas. «Si la ejecución es floja, el proyecto no sale». La medición de los resultados económicos es vital. «Todo debe tener valor y debe tener un retorno monetario», subrayó. Lo conseguido hasta el momento — la justicia predictiva, la automatización de documentos o el uso incipiente de los chatbots, entre otras tecnologías que ya ayudan a los abogados — es, en opinión de los expertos, sólo la punta del iceberg. «Es solo la primera capa. Vivimos aún modelos transaccionales», agregó Olmedilla.

Prender la chispa de la creatividad

Por su parte, Beatriz Hoya, de PwC, cree que las organizaciones encuentran una gran barrera para abrirse a la tecnología en la falta de fomento de la creatividad. En una profesión con tantos años de solera, acostumbrada a hacer las cosas de una forma determinada toda la vida, salir de zona de confort puede parecer un salto al abismo.

Sin embargo, remarcó Hoya, las posibilidades de estos desarrollos son «infinitas». Y pueden llegar para cumplir muchas de las necesidades que los clientes ya demandan. Es en este punto, en la demanda, en el que hay que pararse. No hay que cambiar por cambiar, sino analizar «qué necesita la empresa», recomendó la experta. «Los objetivos, el pricing, la estructura… todo tiene que estar en línea con lo que se está proponiendo. Es esencial analizar lo que demanda el cliente», comentó Hoya.

Un ejemplo de proceso legal automatizado con éxito, y que fue mencionado en la sesión, fue el programa PADRE para la tributación del IRPF que creó la Agencia Tributaria. Para la consultora de PwC, se trata del ejemplo perfecto de cómo un desarrollo tecnológico puede dar la vuelta a una organización como a un calcetín. «Las maquinas empiezan a hacer cosas que son de personas. Ya hay máquinas que pintan, que escriben novelas o artículos. La transformación va tan rápido que, o piensas hacia delante, o te quedas atrás», sentenció.

Pero, ¿cómo saber si un transformación digital concreta merece la pena? Hoya dio cuatro vectores clave para medir la viabilidad un proyecto: la eficiencia, la calidad, el control de riesgos y el valor para el cliente. «No todos puntúan igual, pero siempre los medimos. Si alguno de estos apartados no mejora, ¿para qué abordamos esta innovación? Si es sólo para ahorrar costes, no es un proyecto de transformación, sino otra cosa», explicó.

Con estos mimbres solo cabe mirar al futuro. ¿Serán los jóvenes la palanca de cambio? Los invitados dejaron claro que las nuevas generaciones no traerán el maná de la tecnología bajo del brazo. De nuevo, incidieron en que el cambio en la cultura empresarial es la única llave maestra hacia la evolución y los resultados. Y como remarcó Jesús Olmedilla, sólo con un cambio cultural es posible la transformación.

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