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Aumento de los datos de suicidio en infancia en España, ¿cómo podemos actuar desde la escuela?

  • 31-5-2023 | César De La Hoz Pérez
  • Sólo el 44% de los niños, niñas o adolescentes con conducta suicida ha recibido tratamiento psicológico, según ANAR
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Los datos sobre suicidio en España han ido aumentando desde que se conocen cifras. Como señala el Observatorio del suicidio en España, y según los datos del INE: «En 2021, según los datos publicados por el INE el 19 de diciembre de 2022 han fallecido por suicidio 4.003 personas en España, una media de 11 personas al día; un 75% de ellas varones (2.982) y un 25% mujeres (1.021). Así, 2021 se convierte en el año con más suicidios registrados en la historia de España desde que se tienen datos (año 1906)».

Pero estos datos no sólo son preocupantes en cuanto a datos que afectan a la población general, sino que en diferentes rangos de edad las cifras también se han elevado. En este sentido se dan datos muy alarmantes en población infantil y adolescente con un aumento muy importante. Como señala el mismo observatorio: «se han superado las defunciones históricas por suicidio infantil (menos de 15 años). Nunca se habían superado las 14 defunciones. En 2021 han sido 22. El suicidio de chicos menores de 15 años se ha duplicado respecto a 2020 (7 en 2020 frente a 14 en 2021). El de chicas menores de 15 años ha registrado por primera vez 8 defunciones por suicidio». Como se ve en estas cifras, no sólo han aumentado los datos, sino que en franjas de edad de menos de 15 años los datos se han duplicado.

Una de las edades que más han sufrido en la pandemia han sido los niños, niñas y adolescente que durante mucho tiempo vieron que su forma de vida cambiaba radicalmente, igual que sus formas de socializar, siendo un momento muy complicado en sus vidas. Como podemos ver en el informe de infancia confinada, la forma de afrontar el aislamiento fue: resignación, aislamiento, aburrimiento, preocupación y dudas. Por supuesto, es una forma muy realista de afrontar esta situación, pues todos nos lo planteamos desde este punto de vista, pero eso no quiere decir que no haya sido complicado de afrontar para todos.

Más del 20% de los adolescentes de todo el mundo sufren trastornos mentales. El suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años, según UNICEF

En este sentido nos encontramos post—pandemia con los siguientes datos que presenta UNICEF: «Más del 20% de los adolescentes de todo el mundo sufren trastornos mentales. El suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años. Alrededor del 15% de los adolescentes de países de ingresos medios y bajos se ha planteado el suicidio.»

Pero ya de forma más reciente y en nuestro país, nos encontramos con el informe de ANAR sobre conducta suicida y salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022) realizado a partir de los 9.637 casos y casi 600.000 peticiones de ayuda recibidas. En este estudio se destaca lo siguiente: «el número de casos con conducta suicida ha experimentado un acentuado crecimiento en el período 2012—2022 (1.921,3%), destacando el incremento producido en el período post—COVID—19, entre 2020 y 2022 (128%). La situación de crisis sanitaria producida por la pandemia ha supuesto una ampliación de los riesgos psicosociales (aislamiento, maltrato intrafamiliar, hacinamiento, abuso de las tecnologías, barreras asistenciales a la salud mental, pobreza…) que influyen en las conductas suicidas de niños, niñas o adolescentes».

Según este mismo informe, entre 2012 y 2022, los casos que han sido atendido por la Fundación ANAR por ideación suicida se han multiplicado por 23 y los intentos de suicidios por 25.

Salud mental

La OMS (2013) define la salud mental como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida y puede trabajar de forma productiva y fructífera siendo capaz de hacer una contribución a su comunidad.

La infancia es una etapa de desarrollo psicosocial fundamental en la vida humana donde la personalidad se va creando y tomando forma en un continuo, y cuyos límites y estructura dependerán de las características que la configuran y del ambiente en el que se desarrolla.

Un punto fundamental de este desarrollo psicosocial son las relaciones y aprendizajes que se generan en el contexto escolar. En la encuesta de la OMS (2013/2014) Growing up unequal: gender and socioeconomic differences in young people’s health and well—being HEALTH BEHAVIOUR IN SCHOOL—AGEDCHILDREN, se señala que en los alumnos españoles hay un elevado porcentaje de niños (34%) y de niñas (25%) que sienten agobio y presión agobiados por el exceso de deberes para casa, superando la media, que se fija en un 24% para los alumnos y un 22% para las alumnas.

Es importante destacar también no sólo cómo la presión o la forma de afrontar el estudio afectan a la salud mental, sino también las relaciones interpersonales. Según «Save the children» (2016), un 9,3% de los estudiantes encuestados en el estudio Yo a eso no juego, considera que ha sufrido acoso tradicional en los dos últimos meses y un 6,9% se considera victima de ciberacoso. En las conclusiones de dicho estudio, se señala que: al ser una encuesta representativa, se puede extrapolar al conjunto de la población, con el resultado de que el número de estudiantes de centros públicos que han sufrido acoso se eleva a 111.000 y 82.000 niños y niñas respectivamente.

Si tenemos en cuenta además que según los datos facilitados por la OMS (2007), cerca de la mitad de los trastornos mentales diagnosticados en población adulta se han manifestado antes de los 14 años, es fundamental considerar la necesidad de intervenir en la escuela desde un punto de vista del cuidado y la salud mental y no sólo desde una perspectiva pedagógica o academicista.

Es fundamental considerar la necesidad de intervenir en la escuela desde un punto de vista del cuidado y la salud mental y no sólo desde una perspectiva pedagógica o academicista

En todos los centros educativos nos encontramos con menores que padecen problemas de conducta en la infancia, ansiedad o depresión, los cuales han sido considerados como precursores de un amplio rango de problemas en la adolescencia como conductas antisociales, conductas suicidas, abuso de sustancias y trastornos con peor pronóstico en relación con la adaptación social, escolar y laboral. Así la OMS (2016) señala que: «Los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo. En los países de ingresos bajos y medios, entre un 76% y un 85% de las personas con trastornos mentales graves no recibe tratamiento; la cifra es alta también en los países de ingresos elevados: entre un 35% y un 50%».

¿Qué podemos hacer desde la escuela?

Un dato en el informe de ANAR resulta estremecedor: «entre 2019 y 2022, sólo el 44% de los niños, niñas o adolescentes con conducta suicida ha recibido tratamiento psicológico». Y según el informe Mental Headway 2023, los sentimientos depresivos aumentaron especialmente entre el grupo de edad 18— 34 (+13 p.p. para hombres y mujer). Además destaca que España junto con Bulgaria son los dos países de la UE con menos profesionales de la salud mental con una media de 25 profesionales expertos en salud mental por cada 100.000 habitantes.

Teniendo en cuenta estas cifras tenemos que dar un paso adelante desde la escuela para poder ayudar a abordar este problema.

En primer lugar, es fundamental una formación de calidad en el profesorado y personal escolar, no para que diagnostiquen o intervengan sino para que sepan encontrar indicadores en el alumnado que sean sospechosas de conductas suicidas y poder derivar a tiempo.

Por otro lado, hay que mejorar la intervención en acoso, bullying y habilidades de afrontamiento y resolución de conflictos en los centros educativos para poder dar una formación continua tanto a profesorado como alumnado de cara a una mejor gestión del conflicto y, por lo tanto, de la ansiedad y el estrés que puedan generar. Por supuesto, hay que dotar de recursos tanto económicos como materiales y temporales para que se puedan llevar a cabo estas prácticas.

Y la pregunta de moda, ¿qué pasa con las redes sociales? Porque no podemos olvidarnos de las redes sociales y los modelos que protagonizan las mismas, muchas veces muy alejados de la realidad. Otro dato demoledor del informe ANAR es que: «entre 2019 y 2022 ha aumentado 18 puntos porcentuales la implicación de las tecnologías en los intentos de suicidio (del 33,5% al 51,5%)».

Hay que cambiar la forma de mirar, y pasar a mirar desde una perspectiva científica, y no una perspectiva basada en criterios erróneos como por ejemplo como los que se señalan en la guía para la prevención del suicidio para personas con ideación suicida y familiares: « Al hablar sobre el suicidio con una persona en este riesgo se le puede incitar a que lo realice, que toda persona que se suicida está deprimida o es una enferma mental, o que el suicidio no puede ser prevenido pues ocurre por impulso. hacia una mirada basada en criterios científicos. Hay que vigilar manifestaciones verbales y no verbales pero para eso hay que saber identificarlo y comunicarlo a tiempo». Como señala Enrique Echeburua en una reciente entrevista en El País: «Quien se suicida quiere dejar de sufrir, no dejar de vivir» Es muy importante que ayudemos desde las escuelas y centros educativos a dejar de sufrir para querer vivir.

Teniendo en cuenta los datos a los que nos enfrentamos, es importante darle en la escuela la importancia que se merece a esta problemática. Cómo señala el propio Echeburua en la entrevista: «se trata de conseguir que tengan una estabilidad emocional, que se les enseñe a resolver problemas y a gestionar las emociones y las situaciones de estrés, a fomentar las relaciones sociales, el compartir las penas y las alegrías con las personas que tenemos a nuestro alrededor. Eso es un protector muy importante para una persona».

Un cambio de mirada que parece más urgente que nunca.

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